Un cuarto lleno de basura era iluminado por un solo foco. Amarrado de pies y manos en la silla, el paliacate que momentos antes era su mordaza, descansaba sobre su cuello. “Ya te dije que no se a donde se lo llevaron.” Su verdugo le puso una pistola en la sien y jaló el gatillo. Click. Nada. “Dime la verdad, o a la próxima, la pistola va cargada.”
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